Muchos adolescentes están convencidos de que sus padres son incapaces de ponerse en su piel y no entenderían lo que pasa por su cabeza o lo que sienten.
Con frecuencia los hijos no cuentan cosas porque piensan que serán sancionados por ello o que les impondrán prohibiciones y les recortarán libertades.
Algunos chavales prefieren no compartir conductas o sentimientos con sus padres por temor a ser ridiculizados, por pudor y falta de confianza.
Otra de las razones aducidas por los adolescentes para no hablar de su vida privada es que sus padres restan importancia a sus emociones.
Hay padres que no dan relevancia a la intimidad de sus hijos y comentan las confidencias que les han hecho con otros miembros de la familia, con compañeros del trabajo, con amigos…
A veces los silencios de los hijos son un intento de proteger a los padres de un disgusto, bien porque se sienten culpables de haber hecho algo que no debían, bien porque los ven frágiles o estresados.
Hay jóvenes que no cuentan a sus padres todos aquellos aspectos de su vida que puedan enturbiar el concepto que tienen de ellos.
Hay chicos que consideran que la comunicación con sus padres está restringida a los grandes problemas y los grandes discursos y no tienen confianza para hablar de lo que consideran intrascendente.
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